Guanajuato, Gto., a 9 de agosto de 2021.- No es frecuente que las penas de algunos se conviertan en el solaz de muchos, pero ese encantamiento logró hacer el tenor mexicano Ramón Vargas cuando, la noche del pasado sábado, provocó la euforia del Teatro Juárez con canciones de amores truncos, despedidas y añoranzas.
Acompañado al piano por Andrés Sarre, Vargas volvió finalmente al coliseo guanajuatense tras una ausencia de más de 12 años para presentar “Passione”, un recital protagonizado por la canción napolitana, aderezada con algunas arias de ópera y contrastada con la emotividad que, a este lado del Atlántico, conjuraron autores como Agustín Lara, María Grever o Roberto Cantoral.
“Quiero agradecer a todos ustedes que estamos otra vez juntos. Vamos a disfrutarlo” fueron las palabras con las que el tenor saludó al público congregado en el Juárez, recinto que días antes había colocado el letrero de “localidades agotadas”.
Ramón Vargas, quien acumula más de 200 apariciones en la Metropolitan Opera House de Nueva York y ha sido huésped de las principales catedrales operísticas del mundo, abrió la velada con “Recondita armonía”, la primera romanza de la ópera Tosca, de Puccini; a la que seguiría ““È la solita storia del pastore…”, de “L’Arlesiana”, de Cilea.
Tras esas dos únicas arias, Vargas enfiló el timón emotivo hacia la canción napolitana: un pasaje lleno de exquisitez y elegancia vocal, no obstante el talante lánguido de las letras escritas por Tosti (“Non t’amo più”), Bixio (“Parlami d’amore, Mariù”), Cardillo (“Core ´ngrato”) o Tagliaferri (“Passione”, la que dio título a todo el recital).
“Las canciones napolitanas se parecen mucho a las mexicanas. Los italianos son más expresivos hacia afuera y los mexicanos somos más introvertidos con nuestros dolores. Parecen canciones alegres, pero en realidad son tristes”, comentaría Vargas en esta parte del recital.
Tras el intermedio, la brújula emotiva se mantuvo orientada hacia la melancolía y el romance, aunque el idioma viró al español: “Amor de mis amores”, “Solamente una vez” y “Oración caribe”, de Agustín Lara, inauguraron otro capítulo de la noche; uno en el que también hallaron su sitio: “Cuando vuelva a tu lado”, “Júrame” y “Muñequita linda”, de la inmortal leonesa María Grever.
Presagiando el final, aparecieron las notas de los únicos compositores que la audiencia pudo haber conocido en vida: Roberto Cantoral y Armando Manzanero, de quienes Ramón Vargas, con solidez y templanza, interpretó “El triste” y un popurrí con “Somos novios” y “Esta tarde vi llover”.
Aunque el programa de mano ya no mostraba más temas, la aclamación del Juárez hizo que Vargas y Sarre aplazaran su despedida. La cadena de “encores” inició con “Comprendo”, bolero que Daniel Catán escribió para la ópera “Il postino”, y “Lejos de ti”, de Manuel M. Ponce.
Debió haber sido fácil adivinar en dónde concluiría un recital con tantas canciones de desamor en la tierra del titán del género. No por ello fue menos gratificante y catártico el cierre propuesto por Ramón Vargas con “Un mundo raro”, de José Alfredo Jiménez, sello definitivo y rotundo para la velada.