Guanajuato, Gto., a 20 de mayo de 2021.- Como en octubre, cuando despidió el Festival Internacional Cervantino, Guillermo Velázquez volvió el pasado viernes al Teatro Juárez, armado como siempre con la sensibilidad de su poesía, pero ahora enfundada en otras galas distintas a las del huapango.
El “juglar de fiesta y quebranto”, se apersonó en el icónico recinto guanajuatense para presentar su libro “No hay destino sin camino. Ecos del Páramo”; un emprendimiento creativo nacido originalmente como una comisión para conmemorar los 100 años del natalicio de Juan Rulfo, pero que halló su propio cauce como una singular creación literaria y musical, publicada bajo el sello de Ediciones del Lirio.
Para la ocasión, acompañaron al conocido guitarrero de Los Leones de la Sierra de Xichú: Adriana Camarena de Obeso, directora del Instituto Estatal de la Cultura; la escritora Amaranta Caballero; David Manuel Carracedo, cronista municipal de Comonfort y Vincent Velázquez, hijo y cómplice musical en muchas de las andanzas del autor.
Tras el saludo inicial de Adriana Camarena; tomó la palabra Amaranta Caballero, quien afirmó que la obra “es el registro de un singular viaje personal”, donde Velázquez, en dialogo con los fantasmas del universo de Juan Rulfo, “se explaya sobre el tema de la vida, la muerte, la condición humana y social, de México y el Mundo”, haciendo eco de líneas que, escritas en la década de los cincuenta, resuenan tristemente en nuestros tiempos.
En talante similar se expresó el cronista David Carracedo, quien señaló que “No hay camino sin destino dibuja la realidad nacional 60 años después de “Pedro Páramo” para mostrarnos las semejanzas que prevalecen y también las mismas necesidades de un cambio. Que (Guillermo Velázquez) haya acudido a este universo, de muertos que no saben que están muertos, es una denuncia de absoluta vigencia y una de las formas más creativas de rendirle homenaje (a Juan Rulfo)”.
“No hay camino sin destino” es un poemario con 12 creaciones de Guillermo Velázquez, en forma de décimas octosílabas, la misma armazón con la que se mueve en la lírica serrana; pero es también un disco compacto, donde los poemas conviven con la atmósfera sonora creada por el grupo Tribu y las voces de diversas personas “que no son simples intérpretes. Tienen toda una historia de vida”, como señaló Vincent Velázquez.
En el cierre de la presentación editorial, Guillermo Velázquez agarró el micrófono para explicar que “este libro nació de una profunda necesidad de ir más allá de los moldes que manejamos los guitarreros. Me llegó una invitación del Colegio de México para conmemorar los 100 años de Juan Rulfo. Releída la obra de Rulfo y el libro “Del páramo a la esperanza”, de Yvette Jiménez de Báez, tomé el toro”.
El maestro huapanguero asumió con entereza su nuevo reto creativo e hizo un inventario de 150 líneas de “El llano en llamas” que le parecían susceptibles de convertirse en verso octosílabos; de ente los cuales se quedó con 22 que fueron el andamiaje del libro.
“La obra de Rulfo es como un códice al que uno puede acudir y encontrar lo que ha encontrado siempre”, dice Velázquez. “Pero también lo encuentra uno renovado. Rulfo es un orfebre de la palabra y sus palabras no quieren decir una sola cosa, sino muchas”.
El lance en llanuras creativas no exploradas vivificó a Velázquez al punto que afirma contundentemente: “Este libro es para mí, en este último tramo de mi existencia, la obra más emocionante que me ha tocado escribir”.