Levantarse siempre es posible: primera generación del programa contra adicciones se gradúa en el Ceprereso de León

  • Doce hombres privados de la libertad dieron un paso hacia la reconstrucción de sus vidas al graduarse del programa contra las adicciones. 
  • “Los exámenes de la vida nunca terminan, pero hoy más que nunca tenemos fuerza para creer que sí podemos aprobarlos”, dijo Gabriel, el encargado de dar el discurso de la generación.
  • En emotiva ceremonia los integrantes de esta primera generación compartieron testimonios de transformación, reconciliación familiar y redescubrimiento.

León de los Aldama, Gto., 25 de mayo de 2025.– Doce hombres, doce historias que parecían extraviadas entre adicciones, errores y dolor, dieron un paso firme hacia la reconstrucción de sus vidas. En emotiva ceremonia, doce personas se graduaron como la primera generación de la Clínica de Rehabilitación contra las Adicciones (CRA) del Centro de Prevención y Reinserción Social (Ceprereso) de León. Un hecho sin precedentes en el Sistema Penitenciario de Guanajuato.

La graduación, que pudo ser una simple clausura de curso, se transformó en una afirmación colectiva de que sí existen las segundas, terceras, cuartas o las oportunidades que sean necesarias, y que éstas, cuando se toman con valor, pueden abrir nuevos caminos.

Alan, uno de los graduados, ingresó al centro hace poco más de tres años. Cargaba, como él dice, una vida “fuera de rumbo”. Hoy, convertido en asesor educativo dentro del penal comparte su conocimiento en física, química e inglés con otros internos. Y, sobre todo, ha encontrado en la música una razón para mantenerse firme.

“Desde niño la música ha sido parte de mí. Aquí, me devolvió la vida. Me dieron permiso para tener una bocina, un MP3. Eso significó todo. Escuchar mis canciones favoritas fue recordar quién era y quién aún puedo volver a ser”, dijo con emoción mientras nombraba a Daft Punk, dúo francés de música electrónica, y a Pearl Jam, grupo de grunge formado en Seattle, Estados Unidos, sus cómplices en esta travesía.

Alan no solo enseña. También canta, retoma sus sueños y redescubre sus talentos: “cuando estaba afuera me gustaba dibujar, pero no le daba mucha importancia. Aquí descubrí que soy bueno para las artes y ahora sé hasta dónde puedo llegar y no veo límite”. Su voz refleja que en su presente hay mucho más que encierro. Como él, otros once hombres también redescubrieron motivos para creer en ellos mismos.

“Decidimos pedir ayuda… y eso nos cambió la vida”

Gabriel, responsable de pronunciar el discurso de la generación, dijo en nombre de sus compañeros que al principio “creímos que dejar de consumir sustancias era el objetivo, pero entendimos que lo difícil era dejar la soberbia, abrazar la humildad y reencontrarnos con nosotros mismos”.

Ante una sala donde madres, esposas y hermanas no pudieron contener las lágrimas, contó parte de su historia: “recuperé a mi hija, recuperé mis emociones, aprendí a pedir ayuda, a creer que el futuro es posible (…) y que la valentía no está en nunca caer, sino en saber levantarse”.

Durante la ceremonia, autoridades de la Secretaría de Seguridad y Paz reconocieron el trabajo y compromiso de quienes lograron concluir el programa intensivo de rehabilitación, que no solo aborda el consumo de sustancias, sino que escarba en lo más profundo de la identidad de cada participante.

Alonso Dueñas Calleros, director del Ceprereso, destacó la transformación lograda por cada uno de los integrantes de la generación. “Ni en la primaria marcharon como hoy. Sus familias están orgullosas y nosotros también. Les dimos herramientas, pero ustedes eligieron cambiar”, dijo.

En representación de Julio César Pérez Ramírez, director del Sistema Penitenciario de la Secretaría de Seguridad y Paz, Miriam Sánchez Arredondo, subrayó que “no se trata sólo de custodiar, sino de dar segundas oportunidades, terceras o cuartas, las que sean necesarias, porque sabemos que abordar las causas desde la raíz es esencial para romper los ciclos de reincidencia y construir una sociedad más segura”.

La psicóloga Sandra Isela Barroso, parte fundamental del equipo terapéutico que participa en el programa, tuvo una de las intervenciones más sentidas. Destacó lo valiente que es pedir ayuda desde un centro penitenciario: “imaginen decirle a tres extraños que necesitas ayuda porque tu vida se ha salido de tus manos. Ese fue el primer paso. Y lo dieron: demostraron que sus ganas de vivir son más fuertes que su miedo”.

El trabajo terapéutico, aseguró, implica exponer cicatrices, miedos e inseguridades, y no todos se atreven. “Estos doce hombres sí lo hicieron: en un entorno donde la fe escasea, estos doce hombres eligieron creer. Yo no veo ingenuidad. Yo veo fe. Y fe en la vida es lo que más se necesita en este lugar. Muchas felicidades y gracias por hacer que mi profesión tenga sentido”.

Uno a uno los graduados recibieron el reconocimiento que acredita su esfuerzo, reflejo de noches oscuras, de conversaciones difíciles, de derrotas asumidas y de una esperanza que vuelve a crecer. En palabras de Gabriel: “los exámenes de la vida nunca terminan, pero hoy más que nunca tenemos la fuerza para creer que sí podemos aprobarlos. Gracias por creer en nosotros”.

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