Valle de Santiago, Gto., a 30 de abril de 2025.- La firma de un acta matrimonial es una escena que reconocemos con facilidad: una promesa, dos personas tomadas de la mano y una hoja que guarda una de las decisiones más importantes en la vida. Pero cuando esa escena sucede al interior de un centro penitenciario, todo cambia. Hay patios custodiados, instantes más breves y uniformes que toman el lugar de trajes de ceremonia.
Ahí, el acto adquiere una dimensión más profunda. El matrimonio se convierte en un acto de fe, en una esperanza sellada, en el primer paso hacia una historia distinta, escrita con la convicción de que los nuevos comienzos son posibles.
Así ocurrió en el Centro Estatal de Prevención y Reinserción Social (Ceprereso) de Valle de Santiago, donde diez personas privadas de la libertad se dieron el “sí” y contrajeron matrimonio civil con sus parejas, en una ceremonia organizada con el apoyo de la Oficialía del Registro Civil del municipio.
La actividad forma parte de la Campaña de Regularización de Matrimonios y Reconocimiento de Menores, en el marco de una política penitenciaria más humana, donde la legalidad convive con el acompañamiento y las segundas oportunidades.
La oficiante del Registro Civil extiende los documentos con cuidado. Con cada acta de matrimonio, ofrece legitimidad, estructura, derecho. Frente a ella, las parejas la miran con emoción, se toman de la mano, se susurran cosas que solo dicen quienes han esperado mucho, pero no han dejado de creer.
Sobre mesas con manteles azules –el color de la tranquilidad- y floreros decorativos, las parejas firmaron su unión rodeadas de gestos cargados de significado: manos entrelazadas, miradas cómplices, sonrisas contenidas y un par de copas en alto. Una ceremonia que representó el cierre visible de un proceso de gestión documental y acompañamiento emocional, que garantizó el derecho al matrimonio desde la sensibilidad institucional.
En otra imagen, una pareja posa con un marco decorado que dice “Nuestra Boda”. Brindan, no por el lujo, sino por la permanencia. Por el amor que sobrevivió a los días contados, a las despedidas apuradas y a las palabras que a veces tuvieron que esperar.
La Secretaría de Seguridad y Paz reconoce que la reinserción social no comienza al salir de un centro penitenciario, sino mucho antes: en la reconstrucción de la identidad, el afecto y los vínculos que dan sentido al futuro. Por ello se impulsan acciones que fortalecen la estabilidad emocional, la pertenencia familiar y la convicción de que el amor también puede ser un puente hacia la esperanza.
Fortalecer el núcleo familiar no solo brinda estabilidad emocional: se convierte en un motor de transformación personal y social. Apostar por el amor es también apostar por la paz, porque un proyecto de vida sin afectos carece de raíces sólidas
No fueron solamente bodas. Fueron diez promesas de reconstrucción. Diez recordatorios de que incluso ahí, donde la libertad física se ve restringida, el derecho a amar sigue en pie. Y con él, la posibilidad de un nuevo comienzo.
Porque el amor no espera a la libertad. A veces, es el primer paso hacia ella.