José Eduardo Vidaurri Aréchiga
Cronista municipal de Guanajuato
En esta segunda entrega continuamos con el reconocimiento de la histórica participación de las mujeres en todos los procesos de la historia y de manera específica en la construcción de nuestra nación independiente.
Recordamos en la primera entrega las difíciles condiciones que enfrentaba la mujer en la época colonial para acceder a las mismas oportunidades que los hombres. La mujer estaba sujeta a una serie de restricciones y condenadas, casi todas, a dedicarse a las labores del hogar y a cumplir con los mandatos de la religión.
A pesar de ello, el destacado papel que jugaron durante el proceso de la independencia nacional debe ser formalmente reconocido. Su arrojo y valentía las llevó a desempeñarse como mensajeras mediante un sofisticado sistema que fue capaz de evadir a las duras medidas de control y revisión que impuso el ejército realista.
Ellas también fueron un importante soporte en el campo de batalla, auxiliando a los heridos, proveyéndoles de alimentos y agua, desarrollando labores de inteligencia y combatiendo al lado de los hombres y haciendo prácticamente todo lo posible y necesario por obtener la independencia nacional.
Recordamos el papel de Josefa Ortiz de Domínguez como una activa participante en las tertulias conspiratorias y como la pieza clave que mandó el aviso de que la conspiración había sido descubierta, fue la llama que encendió la antorcha de la libertad.
Nos referimos también a la valiente luchadora Gertrudis Bocanegra que desarrolló acciones de inteligencia a través de la sociedad secreta de Los Guadalupes, a Mariana Rodríguez del Toro como la impulsora de Conspiración del año 11, a María Petra Teruel de Velazco que ofreció socorro y apoyo financiero a los insurgentes y a Leona Vicario, luchadora y periodista que supo defender con heroísmo el papel de las mujeres en la guerra ante la desacreditación que pretendían algunos personajes.
Rita Pérez, la esposa del guerrillero del Bajío y de los Altos de Jalisco Pedro Moreno, enfrentó la terrible realidad de la guerra. Su hija María Guadalupe fue hecha prisionera por un jefe realista, vio morir a su hijo Luis, el 10 de marzo de 1817, mientras enfrentaba a los realistas. Rita Pérez de Moreno, embarazada, fue hecha prisionera junto con sus pequeños hijos en agosto de 1817, estuvo presa en León y en Silao donde su pequeña hija Prudencia, de un año un mes, muere de hambre y luego muere también su hijo Severiano, de dos años y medio, victima de maltratos y, en octubre de 1817 recibió la noticia de que los realistas habían matado a su esposo.
Rita Pérez de Moreno fue liberada en 1819 por instrucciones del virrey Juan Ruiz de Apodaca, fue despojada de sus bienes y regreso a Lagos en donde falleció el 27 de agosto de 1861 a la edad de 82 años. Rita Pérez de Moreno se encargaba de cocinar y de curar a los insurgentes y fue también, administradora del movimiento.
María Josefa Marmolejo García fue una mujer indígena de León que contrajo matrimonio con Ignacio Aldama, un destacado abogado. Desde el inicio de la lucha insurgente ella y su esposo se mostraron afines a la causa. Ella junto con las hermanas del cura Hidalgo y otras mujeres buscaron protección en el convento de la Concepción en San Miguel el Grande y hasta ahí recibieron las recriminaciones de Manuel Flon quien les exigió información sobre el paradero de los caudillos.
María Josefa Marmolejo García animó a los insurgentes cuando fueron derrotados en Aculco, en noviembre de 1810, a no deponer las armas y a mantenerse en pie de lucha, desafortunadamente existen pocos datos de esta mujer.
Manuela Medina tuvo como escenario de sus acciones en pro de la causa insurgente la región de Taxco, ella contó con su propia compañía de 60 soldados y luchó al lado de José María Morelos y Pavón en Oaxaca y Acapulco. La Suprema Junta Nacional Americana o Junta de de Zitácuaro la nombró capitana, ganó siete batallas y se cuenta que Morelos llegó a expresarse así de ella: “…Ojalá que la décima parte de los americanos tuvieran el mismo sentimiento, ya habríamos ganado la guerra…”
Manuela Medina, de origen indígena, encontró en el movimiento insurgente la posibilidad de reclamar las injusticias cometidas contra los pueblos sometidos a rudos trabajos y malos tratos. Murió de 42 años en Texcoco por complicaciones provocadas por unas heridas de lanza durante a guerra en marzo de 1822 en condiciones de miseria y sin reconocimiento por su participación en la lucha insurgente.
Juana Guadalupe Arcos Barragán fue una de esas mujeres que luchó a la par de los hombres por nuestra libertad. Se incorporó a la insurgencia luego de que mataron a su familia, ella organizó a un grupo de campesinos y se unió a José María Morelos y Pavón. Su comportamiento heroico le permitió avisar de la proximidad de las tropas realistas en el sitio de Cuautla; luego de la muerte de Morelos continuó en pie de lucha por algún tiempo.
Antonia Nava de Catalán “La Generala” luchó al lado de Nicolás Bravo y de José María Morelos, destacó por su arrojo y valentía, por avituallar a las tropas y curando a los heridos. Siempre se mantuvo en pie de lucha al lado de su esposo el capitán Nicolás Catalán.
Antonia Nava estuvo presente en Iguala cuando Agustín de Iturbide presentó el plan de las tres garantías el 24 de febrero de 1821. Ella y su esposo sobrevivieron a la guerra de independencia.
Altagracia Mercado, la heroína de Huichapan en el actual estado de Hidalgo. Ella conformó su propia compañía y financió con sus recursos las armas y el sustento del grupo.
Se mantuvo en pie de lucha hasta 1819 cuando fue derrotada, por su valentía se ganó el respeto del comandante español que ordenó fusilar a todos los hombres del regimiento de Altagracia, pero expresó: “A ella no, mujeres como ella no deben morir”.
María Tomasa Esteves se unió a la insurgencia luego de la muerte de su marido a manos del ejército realista. Destacó por su labor atendiendo a los enfermos y desarrolló labores de inteligencia en beneficio de la causa independentista.
Combatió mano a mano con los líderes de la guerrilla insurgente en el Bajío: Andrés Delgado, Albino García y el cura Rafael Garcillita. Fue capturada y murió fusilada por los realistas el 9 de agosto de 1814.
En Pénjamo, en 1814, fueron arrestadas unas 300 mujeres acusadas de sedición y de colaborar en favor de la causa insurgente en un episodio de causó fuerte impacto y disgusto. Entre ellas Manuela Suasto, Petra Arellano, María Bribiesca, Francisca Uribe, Luisa Lozano, Casilda Rico, María Regina Barrón.
La mayoría de esas mujeres habían ofrecido socorro a los enfermos en improvisados campamentos, transmitían mensajes, traficaban armas, les ofrecían agua a los insurgentes o los apoyaban emocionalmente.
María Ignacia, la güera, Rodríguez de Velazco fue una controvertida mujer criolla que impulsó el proyecto independentista desde su inicio, se dice que proporcionó recursos económicos a Miguel Hidalgo y que al final de la guerra impulsó el proyecto trigarante de Agustín de Iturbide con el que se alcanzó la Independencia Nacional en septiembre de 1821.
Ellas son también algunas de las mujeres fundadoras de nuestra patria mexicana y, este, es un sencillo reconocimiento a su valiente labor. Continuará.
Relación de imágenes
1.- Leona Vicario mostrando un manuscrito que dice “Que vivan mis hermanos insurgentes Leona Vicario” detalle del mural Retablo de la Independencia de Juan O´Gorman en el Museo Nacional de Historia.
2.- Josefa Ortiz de Domínguez (1807) Óleo sobre tela. Anónimo, Museo Nacional de Historia
3.- Rita Pérez de Moreno. Imagen tomada de internet.
4.- Manuela Medina. Imagen tomada de internet.
5.- Dos mujeres y un insurgente junto a un cañón de los que se utilizaron en la guerra de Independencia. Obra de Theubeth de Beauchamp.
6.- Detalle del mural Retablo de la Independencia de Juan O´Gorman en el Museo Nacional de Historia.