Juventino Rosas, Gto., a 11 de agosto del 2019.- “Hay veces que uno firma documentos y no lee lo que es, (yo firmé como aval para un préstamo) y cuando me mandan llamar de la Caja, la cuenta iba en un millón 300 mil y me quitaron la casa, he ahí el no ver los documentos que estaba firmando”, recuerda con gran tristeza José León Olivares, quien actualmente es beneficiario del Instituto de Alfabetización y Educación Básica para Adultos (INAEBA).
Hombre de campo y migrante, don Pepe, como le dicen de cariño en el círculo de estudios del INAEBA ubicado en las instalaciones del Centro Impulso Social (CIS) en Juventino Rosas, decidió darse la oportunidad de estudiar, ya que de niño, no pudo hacerlo debido a las carencias económicas y a la falta de infraestructura educativa durante su edad escolar.
Para atender tanto a don Pepe como al resto de la población en rezago educativo, el INAEBA utiliza como programa educativo el Modelo Educación para la Vida y el Trabajo (MEVyT), a través del cual, los contenidos de la alfabetización, primaria y secundaria, se les presentan a través de módulos de aprendizaje adaptados a sus edades y actividades.
Uno de las bondades de este sistema de estudios, es que rescata las experiencias de vida y de trabajo de los educandos y los convierte en conocimientos. De igual manera, les permite avanzar a su propio ritmo y desarrolla en ellos habilidades, actitudes y valores.
“En mis tiempos no había más que primaria, aparte soy el primero de mi familia. Mi padre, a falta de recursos, cuando le pude servir en algo mejor me llevó al campo. Fui dos años a la escuela pero no me llamó mucho la atención, no había maestros titulados, eran puras personas que sabían un poco más y ya estaban más letrados, habían cursado primaria y ya podían darle clase a los demás”.
Don Pepe, de 74 años, recuerda cómo su niñez y su juventud transcurrió en el campo, sembrando maíz, frijol, sorgo y cebolla, hasta que se casó a los 17 años. Pasó el tiempo y también se fue a trabajar a los Estados Unidos.
“Uno no cargaba más que un cuaderno, no se usaban libros, y aprendía uno de la historia a través del diálogo de otras personas. Yo sé historia porque se me graban muchas cosas, me daba por saber la vida de Villa, de Zapata, de Morelos, de Hidalgo”.
Para don Pepe, ni siquiera el campo fue tan duro como lo fue haber perdido su patrimonio tras firmar como aval a un familiar que no pagó una deuda crediticia; todo, porque no supo lo que decía el documento con el que se había comprometido.
Antes de disponerse a seguir trabajando en su libro de actividades, don Pepe trata de dejar atrás ese recuerdo y se enfoca en las posibilidades que ahora le brindan sus estudios. Y hasta tiene presentes sus largas faenas en el campo, a las que recuerda con cariño.
“Nada es difícil cuando el trabajo le gusta a usted, no ve el horario para salir; pero un trabajo que no le agrade, ansía porque se llegue la hora de salida. Yo creo que cualquier trabajo es bueno si le agrada y el campo es duro, simplemente todo el día en el sol, agachado, trabajando. Ahora ni eso es duro, anteriormente el patrón mandaba, hoy la gente dice, si me pagas tanto voy, si no, no; y a tales horas ya se quieren ir”, concluye.