Llegan las Catrinas y la Fiesta de las Ánimas al parador turístico de Sangre de Cristo

  • El recinto muestra representaciones del personaje de José Guadalupe Posada y de Diego Rivera.
  • Explican significados de la tradición mexicana al honrar a los “fieles difuntos”.
  • “¡No las espanten! son las ánimas que ya están llegando”, dice el abuelo.
  • “Es una de las representaciones más relevantes del patrimonio vivo de México y del mundo”: UNESCO.

Guanajuato, Gto. 01 de noviembre de 2015.- Los atractivos aumentan en el Parador Turístico Juan Pablo II en la comunidad Sangre de Cristo con la apertura del Museo de Catrinas y Fiesta de las Ánimas donde se vive la tradición de celebrar la vida y la muerte.

El corte del listón inaugural lo realizaron los propios visitantes encabezados por Omar Murillo Núñez, director General de Desarrollo Turístico de la Secretaría de Turismo del Estado de Guanajuato, quien dijo que en este lugar se encuentran la tradición y el rito con elementos que dan cuenta del carácter ceremonial de cómo se concibe la celebración de la muerte en México, además de ver al personaje de José Guadalupe Posada, inmortalizado por el muralista guanajuatense Diego Rivera.

La Catrina

‘La Catrina’ es una de las representaciones más populares de la cultura mexicana, pero esta imagen no representa tributo alguno dentro del ceremonial de la espera en el día de muertos, sin embargo, forma parte fundamental de la cultura mexicana y su manera de jactarse de la muerte.

En el recinto se exponen diversas imágenes representativas de la muerte en diversos materiales; casi todas de una suma elegancia que enaltecen a ‘la huesuda’ como la feminidad más bella y atractiva que hoy conocemos como “La Catrina”.

Fue el ilustrador José Guadalupe posada, quien plasmó en un grabado sobre metal a la originalmente llamada ‘la calavera garbancera’, para representar a quiénes eran conocidos precisamente como ‘garbanceros’, es decir, aquellas personas que tenían sangre indígena pero pretendían ser europeos renegando de sus raíces y de su cultura; era una crítica hacía muchos mexicanos de la época que querían aparentar un estilo de vida europeo. El legado de Posada fueron la pareja de “El Catrín y “La Catrina Garbancera”.

Años después, fue el muralista mexicano Diego Rivera quien le dio su atuendo característico y le incluyó una estola de plumas al plasmarla en su mural “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”, en 1947, donde Rivera retrata a una elegante calavera como acompañante al brazo de su creador, y así, la llamó “Catrina” nombre con el que se popularizó posteriormente convirtiéndola en un personaje muy mexicano que adopta formas curiosas y vestimentas que la hacen lucir con una belleza mortal.

El Día de Muertos

Esa tradición nace en tiempo prehispánico para celebrar la continuación de la vida abriendo la posibilidad de reencontrar a los seres queridos después de la muerte; la espera y la ausencia encuentran un regocijo en el festejo, durante el día de muertos, dedicado a la memoria de los que ya no están.

La fiesta convoca a los fieles a visitar panteones y casas donde se hace la espera, altares y tumbas se adornan con elementos significativos como flores de cempasúchil, velas, fruta y pan entre otras cosas, se llevan ofrendas, se escuchan rezos y cantos, hay ambiente de fiesta y al mismo tiempo, de profundo orden ceremonial.

La vida convive con la muerte es el punto central del elaborado ritual y esto se comparte con la familia esperando juntos a los que regresan la tristeza se convierte en Esperanza la nostalgia se deja a un lado Cuando por una noche las almas vuelven para recordarnos la fragilidad de lo Terrenal

El mito

El mito nos expresa que las ánimas viven en un lugar ordinario donde siguen desempeñando el oficio que por tradición reconocen como suyo: trabajan, caminan, comen, duermen, se cansan, se enojan y también hacen fiesta nuestros antepasados, y hasta se dice que las ánimas requieren de nuestra ayuda para cubrir ciertas necesidades y en esta fecha del año se les acercan herramientas, gustos, comida, ropa, pasatiempos y juguetes, si son niños, y todo cuanto agrade al ausente en el altar decorado en su honor.

El ritual

El ritual comienza la noche del 31 de octubre cuando regresan ‘los angelitos’, es decir, las ánimas de los niños y niñas, de todos aquellos que fallecieron sin haber contraído matrimonio, y a partir de la medianoche del primero de noviembre es el turno de recibir las ánimas de los mayores.

La naturaleza también colabora y con su propio lenguaje refuerza el discurso del mito, pues a finales de octubre, pequeñas mariposas blancas empiezan a revolotear por las orillas de las veredas. “¡No las espanten! son las ánimas que ya están llegando”, dice el abuelo.

En los traspatios ya han dado fruto los chayotes, las calabazas y la flor de cempasúchil, que destaca entre todas las flores por su color, el maíz está casi listo para cosecharse y todos estos elementos estarán presentes en ese lugar especial que se prepara para hacer la fiesta y recibir a las ánimas pues serán ellas quienes disfrutarán, también, de los primeros frutos de la cosecha.

El altar

En el museo hay una sala con un altar de gran tamaño elaborado a la usanza tradicional por artesanos mexicanos, en un espacio que representa la conexión entre la vida y la muerte, y se honra a los seres queridos que se han ido; contiene los elementos que permitirán que las ánimas vuelven a la Tierra en este día de fiesta, los arcos, las flores, las velas, el pan, el papel picado, la sal, el agua y el copal, son colocados para recibir a los muertos que regresan a convivir con nosotros en este momento tan especial.

Pero también está el altar de ‘las ánimas que nadie espera’, y los pueblos preparan altares comunitarios para que no regresen tristes aquellos difuntos que no fueron recordados. Son mitos de los abuelos que se van contando a chicos y grandes para que conozcan la importancia de conservar la tradición del día de muertos.

Conservar las tradiciones como la celebración de los muertos, nos da oportunidad de reencontrarnos con el pasado y de reconocer la gran fuerza de nuestros ancestros, sus creencias, su concepción sobre los ciclos de la tierra, de la naturaleza y el respeto a lo sagrado, porque son ideas que hoy forman parte de nuestras costumbres, de nuestra historia y de nuestra cultura que nos llena de orgullo y nos represente en todo el mundo.

La Organización de las Naciones Unidas para la Educación, la Ciencia y la Cultura (UNESCO), contempla este festejo en la lista representativa del Patrimonio Cultural Inmaterial de la Humanidad, y la define como “una de las representaciones más relevantes del patrimonio vivo de México y del mundo, y como una de las expresiones más antiguas y de mayor fuerza entre los grupos indígenas del País”, y busca promover su conservación mediante el acercamiento informado y respetuoso a estas manifestaciones que tienen un gran valor por su dimensión estética y cultural.

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